sábado, 20 de febrero de 2016

Lágrimas de ceniza






Se hace llamar tristeza, y maneja mi destino;
vive en un oscuro rincón dentro de mí,
donde fuma, esnifa mentiras y se pudre.
A veces creo ser su huésped eterno,
intoxicado con ese aliento fatal suyo.
Ella me hace ver el mundo a través de un filtro
de lágrimas grisáceas, secas, de ceniza.
¿Y qué hago? Bebo a escondidas para frenar
el flujo melancólico de irrealidades.

Lágrimas de ceniza poética;
basura sumergida en un flan familiar;
una lista de enemigos convertida en lista de boda;
mi cara cuando te veo ingerir el cóctel Durden.

¿Soy triste? No, simplemente aborrezco
a los borregos relacionados con lo políticamente correcto.
Es ella, la tristeza, la que se empeña
en seguir mis pasos y encubrir sus fallos con mis hechos.

Vivo con ella en un callejón repleto
de contendores metálicos.
Cada noche nos arropamos con un buen
puñado de lágrimas de ceniza;
con cajas cartón repletas de letras japonesas;
con dinero hecho jirones negros.