Conjura de demonios sin
rostro. Apuñalamientos, risas, robos. Un túnel de polvo estelar obstruye el
tubo de entrada. Estrellas moribundas en la barra del bar Cósmico. Repetir,
repetir, repetir. Demonios sin rostro avanzan hacia la nada. La vida se diluye,
la tuya, la mía. Es mi alma la que no tiene cabida. Son mis ideas las que no
valen para bombardear tu idiosincrasia. Mientras tanto, me introduzco en el
tubo de pasta de dientes estelar y buceo en el mar de fuego y sandeces. Me dejo
atrapar por la parodia universal. Repetir, repetir, repetir. Demonios sin
rostro abren la caja fuerte del gran Papanatas. El dinero por castigo. Tormenta
de monedas de cincuenta.
¡Boom!
Despierto de la siesta. Ya es de noche y no
queda whisky, ni siquiera cerveza, ni una sola pastilla. Un único cigarro y el
fuego de la caldera. Mi vida es poesía, juerga, tortura, pena. Absorbo humo y entorno
los ojos. Sonrío. No es mi cara la que me hace gracia, es la tuya.
Vuelvo a tumbarme. Repetir, repetir, repetir.
Demonios sin rostro roban identidades. Medio mundo perdido, el otro medio se
ríe. Gente sin rostro que echa de menos algo que nunca necesitó. El egoísmo de
la repetición. Letras de un genio ahogado en alcohol.
Puñaladas y ripio.