La racha actual raya lo
humillante. Solo me queda la página en blanco y las letras que se esconden en
mi cabeza. Es posible que, dejando a un lado el amor, no me quede mucho más.
Eso convierte mi vida en una mentira, lo cual, me lleva a pensar que todo es una vulgar
farsa para personas mediocres. Hasta el título de esta intrascendental ficción
es una trampa de realidades falsas. De hecho, para no ir más lejos, en este
instante no estoy tomando whisky, y ni siquiera es de noche. Todo lo que escribo es una burla, una falacia,
un burdo juego de palabras que me sirven de purga mental, o algo así…
Puedo decir que son las tres de la
madrugada y que encima de la mesa del salón hay una botella de Jack Daniel’s y
un vaso gigantesco con un milímetro de whisky en su interior. Mentir es fácil,
mucho más fácil que decir la verdad. Puedo decir que en el exterior llueve a
mares y que se ha ido la luz (¿Se ha ido la luz? ¿Adónde? ¿Quién inventó esa
expresión? Es ridícula). Puedo decir lo que me dé la gana y luego reírme de
todos vosotros (en sentido figurado, claro). En la ficción puedo hacer lo
deseado y lo no deseado; puedo haceros creer cualquier idiotez.
Mi realidad es divergente. Vivo de día y no
dejo de imaginar noches eternas, infiernos congelados y crisálidas capaces de
destruir al ser humano. Cuando la noche avanza lo suficiente, recojo los
bártulos y duermo. Suelo soñar con lugares iluminados, valles rebosantes de luz
y praderas interminables. Mi subconsciente me traiciona, es antagónico a mis
pretensiones. Es por su culpa que mis días sean “imaginar el horror”. Él causó
mi defecto social, con su inconformismo onírico y sus ganas de verme feliz.
Creó esos sueños maravillosos y no pensó que los odiaba con todas mis fuerzas.
Por eso escribo barbaridades sangrientas, para contrarrestar; por eso soy capaz
de ver la (cruda) realidad. Mi ser consciente no puede permitirse caer en la
fragilidad de las ensoñaciones repletas de color, luz y animales amorosos. No.
Porque luego viene la vida, con su monstruoso sacacorchos gigante, y te
destroza las emociones. Puedes pensar lo que desees (sacacorchos sodomizador, muelle de las
lamentaciones, descorchalmas). En mis
pesadillas de luz y fantasía rosa, ese sacacorchos entra por mi cabeza y destapa
mis ideas, que emergen de mi interior convertidas en gases púrpura. Cuando
despierto solo quiero pensar en infiernos mugrientos y en desiertos desolados
repletos de cactus y lagartijas marrones.
Puedo decir muchas cosas. Verdades y
mentiras. Quizás la mayor verdad es que soy un desecho social de calidad, y no
miento. El ejemplo está en que no dejan de ofrecerme opciones que detesto. ¿Por
qué? ¿Me han visto cara de idiota? ¿Tengo pinta de tolerar a los oportunistas
sin escrúpulos? No, no soy uno de esos que saluda con la mano muerta. ¿Puedo decir
que soy un idealista aferrado al concepto libertad?
Sí, y seguramente estoy mintiendo al decirlo. Mentir es fácil, pero mentirse a uno mismo es una condena
compleja. Por eso no acepto limosnas emocionales.
Si quieres, puedes. El problema es “no
querer”.
***
Estoy
sentado en el escritorio. Fumo, bebo y digo palabrotas entre susurros. El mundo
me da asco. Es tarde, las tres o las cuatro de la mañana. Mi estado es
lamentable, cierta tristeza crónica sobrevuela la cumbre de mi pensamiento
principal. Quiero y puedo, pero no me dejan. Estoy sentado en el escritorio, y
lo seguiré estando hasta que muera, mintiendo, igual que ahora.
***
Epílogo
“Qué bonito texto, con
las flores y eso... Es precioso. Tiene tantas verdades emocionales. Belleza en
estado puro…”
Fdo: Esposa Irónica