miércoles, 7 de octubre de 2015

Boca seca






¿El equilibrio? Una utopía; cuando lo consigo (porque lo suelo lograr con bastante frecuencia) empiezo a darme asco a mí mismo de una forma inevitable y confusa. Aparecen ciertas controversias: Si hago caso de lo que tengo alrededor (incluida la gente) me voy por la taza del váter; si me hago caso a mí mismo, me voy por la taza del váter; y si no hago caso a nada y a nadie y tiro de indiferencia, me voy por la taza del váter (eso es el equilibrio, irse por la taza del váter y ser redundante). Aun así, pese al viaje a través del alcantarillado, me considero una persona equilibrada (un masoquista). Todo el que me conoce, o cree conocerme, dice: “Joder, si es un tipo de lo más tranquilo; muy directo, dice siempre lo que piensa; parece exitoso; permanece impasible, no suele alegrarse en exceso, tampoco se entristece con las adversidades…”
    Soy tranquilo, no lo voy a discutir, quizás demasiado, y es cierto que no me exalto con facilidad, las alegrías y las penas se pelean entre sí en mi interior y me dejan en paz. ¿Digo todo lo que pienso? No necesariamente, y lo que es peor, no digo nada de lo que imagino. ¿Tengo éxito? Hasta cierto punto, si tenemos en cuenta que el éxito sobrevive gracias a la imaginación, cosa que no debemos olvidar (para los más puristas: proyecciones irreales), pues digo que conozco mis limitaciones, invento horizontes lejanos y me pongo metas inalcanzables que poder alcanzar. En resumen, mi éxito reside en pasar página (ignoro el dolor y la crítica). Pensamiento Zen.
    Todo este tostón que acabo de soltar tiene su origen en una averiguación reciente (propia, no científica, y existente), ligada a una pequeña molestia que sufro. Llevo meses con la boca y la garganta secas. Muy desagradable, por cierto, y vinculado directamente a callarse ciertas cosas pertenecientes al imaginario personal: ensoñaciones graciosas, irónicas y salvajes, dirigidas a personas concretas y muy complicadas de soltar debido a la sátira y la violencia implícita de las mismas. Sí amigos (y enemigos), callarse las cosas te puede hacer enfermar. Escuchar y ser el foco de un taladro continuo puede ser fatal si nos limitamos a decir que sí a todo y mover la cabeza como un robot programado para agradar.
    La insinceridad es un veneno mortal, y se está extendiendo. 



2 comentarios:

  1. Tremendo...Siempre que te leo me quedo con la sensación de que hay mucho más de lo que está escrito, o del primer mensaje, como si para entenderlo del todo hubiera que rebuscar entre líneas. Se pueden sacar mil historias de cada frase....Por otro lado, me hizo gracia leer la parte de "pero si es un tipo muy tranquilo, apenas se exalta...", porque a mí me lo han dicho varias veces...la alegría y la pena combatiendo dentro, y esa máscara por fuera...Un gran abrazo...

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    1. Gracias a ti, Lucas. Es un placer que te interese lo que escribo (las ideas son parecidas a las tuyas).
      Me encanta lo del parecido, se siente uno más arropado.

      Y sí, siempre hay mucho más, esto es la punta del iceberg. El problema me interesa mucho, la enfermedad que nos duerme la lengua e intenta acabar con las personas que sabemos pensar y queremos expresarnos.

      Un abrazaco.

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