"...todos los días se levantan temprano, a excepción de algunos sábados y todos los domingos, preparan el desayuno para sus hijos, montan el cirio mañanero de la normalidad y acuden prestos a realizar sus tareas remuneradas, en la capital. Pasan veinticinco horas a la semana dentro del coche, cincuenta en el trabajo, cuarenta y nueve durmiendo o remoloneando en la cama, catorce en la cocina y cinco en el baño, más o menos. ¿Qué les queda? Veinticinco putrefactas horas de tedio y depresión; veinticinco horas para leer facturas, preparar listas de la compra y elegir el mejor colegio para sus inocentes retoños recién idiotizados; veinticinco horas para ver fútbol y beber cerveza de forma compulsiva; veinticinco horas de aplastante realidad muerta; veinticinco horas para enchufar sus cerebros a la caja tonta y desaparecer de la ecuación de la vida."
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