A veces escribo estos
textos como si algún editor esquizoide fuese a publicarlos en un periódico de
tirada nacional, pero nada más lejos, casi todo suelen ir al blog o al baúl del
infierno, o a la basura. Son pedacitos metafóricos de mi vida, pedacitos
irónicos de realidades internas, pedacitos exuberantes de vacío encriptado.
Nada es lo que parece. Plasmo lo que veo. La calle es una enorme papelera
rebosante de basura, y me gusta. Disfruto pisando deshechos. Debe ser que vivo
en otro mundo, al margen de ciertas normas eludibles. Veo las cosas tal y como
son, y así las describo. Es curioso, no sé de dónde saco la sensibilidad
necesaria. Soy un bicho que vive pegado a una pantalla llena de letras, un
enfermo mental encadenado a un cuaderno en blanco, un demonio errabundo, un
tipo con una visión un tanto demoledora. Prácticamente vivo para escribir y
mejorar, y cuanto más mejoro más me alejo de la realidad externa, y más escribo.
Soy un monstruo de dos cabezas. Pero bueno, voy dejar de hablar de mí y voy a
centrarme en otra cosa. La locura está de sobra, y las instantáneas que recoge
mi cámara no son del gusto de todos.
***
Haciendo balance: a
cada ser humano le sobra el noventa por ciento de la población, es una
realidad. Cada humano está en el punto de mira de un semejante, y si estamos
todos vivos es por la suma de factores negativos. Por eso sigo defendiendo mi
independencia pasiva. Cojo aquello que me interesa y dejo a un lado el resto de
cosas. Pertenezco al noventa por ciento sobrante y disfruto de mi diez por
ciento aceptable. Vivo en libertad vigilada, y siempre que me dejen, veré la
posible futura masacre desde la ventana, y sin disimular la sonrisa.
Haciendo balance: sobran armas y falta mano
de obra desinteresada. Si le diéramos un arma de fuego a cada ser humano y
carta blanca durante unas horas, los problemas del planeta desaparecerían (cacé
el concepto en una película y me resultó interesante). Desde la ventana,
amigos, desde ahí lo veré.
Haciendo balance: somos un suicidio en
masa, un espectáculo programado.
Lo veis, la locura está de sobra.
***
Tengo un amigo haciendo promoción e
intentando vender sus novelas, no es famoso, simplemente escribe y publica, es
bueno en lo suyo, sus historias son cojonudas, y sus personajes una maravilla,
aunque tiene que seguir mejorando, le queda mucho camino por recorrer, y lo
sabe, por eso es mi amigo. El caso es que entre los dos hemos observado una
cosa relacionada con la promoción, se centra en el envío de mensajes vía
internet: solo responde a la “llamada” el diez por ciento de la gente que hace
gala de compartir una amistad con el artista –mi amigo–. Quiero que quede
reflejado que no me refiero a los amigos de verdad, o a la primera línea de
sangre, hablo de la segunda división, que básicamente son todos los demás:
colegas, conocidos, amiguetes, compañeros, familiares olvidados y otros sujetos.
Basándonos en esta común raza de personas, es normal que alguno de ellos sea
despistado y no se de cuenta de nada, no hay que odiarle por ello,
simplemente no te ha visto, no se ha enterado, no está en tu camino, se ha
borrado sin querer, ha omitido sus impulsos afectivos y así con un largo listado
aburrido e insustancial. No pasa nada, no tienen que ser tachados de mala
gente, al menos en este caso concreto. Es mejor no hacerse heridas y pasar del
tema. Son especímenes inofensivos. Sin embargo, hay otros seres, muy tóxicos, relacionados con el mal hacer, que van por la espalda con intenciones negativas, a joder, a hacer daño. Esos seres son una
jodida lacra para la sociedad, e infectan al resto. Por eso lanzo una proclama:
“Se puede decir la verdad, no pasa nada; la franqueza puede ser la salvación,
la cura del veneno”. Al final, mi camarada artista, después de analizar la
situación conmigo, le ha quitado hierro al asunto y se ha puesto a insultar a
los escritores y artistas más comerciales –entre él y yo, claro, sin herir–. Somos amantes del arte en general, no de los artistas. Y
ahora el mundo busca artistas y deja el arte a un lado. Se queda uno de piedra ante tal
comercialidad, es vomitivo y lamentable.
Tras la conversación con mi amigo he sacado el porcentaje, el mundo me ha dado la respuesta: a cada humano le sobra el
noventa por ciento de las personas, no hay duda. El
odio rosa existe, y no está bien darlo de lado, es una emoción histórica muy
cruel. Odio en esencia, pureza podrida. La gente promete mil cosas, murmura por
las esquinas, en los rincones, debajo de las mesas; la gente suelta verdades
hirientes y esconde la mano, y lo hace
sin darse cuenta de que las verdades siempre llegan a puerto, antes o después,
pero lo hacen. Por suerte, cada individuo cuenta con un diez por ciento de
personas capaces de aportarle afecto verdadero y sinceridad impura (la perfección
no existe). Solo sobra el noventa por ciento de la población (jajaja). La
gloria no está al alcance de todos, recordadlo siempre.
Hasta otra...
Joder, tío, eres la hostia.
ResponderEliminarUn escrito alucinante.
Va más allá de lo que se puede leer en un primer momento. Es como hacer apología del odio, o del superyo.
Soy X al cubo.