Escribo y borro; me
confundo y vuelvo a empezar.
Se cruzan las letras,
cambia el sentido de las frases.
No alcanzo a distinguir
mi posición exacta.
Las horas de vuelo
rasante han destrozado la línea recta.
No alcanzo a
encontrarme, estoy perdido.
Y para más desasosiego:
esto no es poesía.
Cargo los versos
demasiado, de hormigón y acero.
Pesan los sentimientos,
son densos y grises.
Bebo cerveza y recuerdo
el camino de baldosas amarillas.
La clave del éxito es
un gran cesto lleno de ropa sucia.
Lo sé, gracias, soy un
verdadero erudito de la idiotez;
soy el Barrabás de la
poesía urbana desconfiada,
y si por un casual, los
impúberes vienen a mí, caerán al pozo.
Es fácil llegar a la
gente, solo tienes que decirles aquello
que desean oír, reírte
e invitarles a cualquier tontería.
Barbacoas metafóricas
con chiles y cerveza caliente.
Emborrachar a los
fieles para después tirarles por un barranco.
Siento un vacío
bastante desagradable, mi alma vomita
palabras olvidadas y
duerme impasible bajo el sol.
No es suficiente con un
poco de “Rock&Roll”, tengo sed
de venganza, hambre de
textos en blanco. Siento el vacío.
Escribo y borro, viajo
a otro planeta y descanso en paz.
No hay alienígenas, no
hay niños, no hay eunucos, no hay ciclistas,
no hay camioneros
psicópatas y, sobre todo, no hay ratas.
La ironía llama por su
nombre a los topillos, que de inofensivos
no tienen nada, son una
plaga enana, un suplicio invisible.
Sé que no entendéis
nada, y me alegra. Lírica del vacío.
Junto letras, formo palabras
y escupo frases que se clavan
como estacas repletas
de astillas impunes y solitarias.
Ser poeta es una
condena, un trastorno relacionado con la nada.
Nosotras nos vamos contigo a ese planeta sin ratas!!!! Muy bueno, amigo...
ResponderEliminarFdo- Carmen, Xena y Aisha -
Un besazo, Carmen. Seréis bien recibidos... jajaja
ResponderEliminar