Siento tu acero atravesando mi corazón.
Es tu cuerpo convertido en metal, y está muerto.
Ahora el frío me posee, tu alma está en mí.
No hay niños tristes ni ángeles en pie,
tan solo demonios sonrientes y expectantes
dispuestos a tendernos sus agrietadas manos.
Quizá ambos estemos muertos,
no lo descartes, formamos parte del todo.
Quizá no tengamos entrañas que mostrar.
Vacíos por completo, así estamos.
Mírame y suelta una mentira discreta,
déjate llevar por el monstruo del averno
y desaparece de una maldita vez.
Abandona el maldito reflejo y tómame.
Vivir en este vacío tal vez sea un acercamiento al conocimiento de la muerte física...
ResponderEliminarque sería de nosotros sin esos demonios tendiéndonos la mano
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