Suenan tacones. Me
asomo por la mirilla y observo a la chica. Es actriz porno, estoy seguro. Todas
lo son. Y los tipos macizos, actores porno sin dotes para la interpretación. La
chica llama a la puerta y mi vecino Agus abre. Se dan dos besos y él, con total
naturalidad, le toca las tetas. Es increíble, tengo que beber algo para calmar
a mis agonizantes musas feministas.
Llevo dos horas bebiendo, intentando
escribir y escuchando los gritos, gemidos y frases alabando a Dios. Suena la
puerta y salen dos chicas y un cachalote de gimnasio con la cabeza afeitada.
Agus les paga en la puerta, en metálico. Cuando dejo de oír ruido llamo a su
casa. No tarda en abrir.–Joder, Klaus, ¿qué te ha pasado en la cara? –Agus me trata muy bien, es francés. Suele regalarme botellas de whisky caro. Supongo que será debido a las molestias ocasionadas por las orgías de gemidos lascivos.
–Le debo dinero a un hijo de puta y he decidido pagarle en palizas recibidas –digo.
–Joder –vuelve a repetir–. ¿Quieres pasar?
La intriga me tiene tan cegado. Necesito saber qué hace Agus en su casa. Él siempre dice que negocio y hogar son la misma cosa. Trabaja desde allí. Casi nunca sale a la calle. Le llevan hasta la compra.
–La verdad es que no tengo ganas, pero sí, voy a entrar. Necesito hacerte una pregunta.
–Pasa, Klaus, ¿quieres tomar algo? –pregunta.
–Eso no se pregunta –contesto.
–¿Cerveza?
–Vale.
Su piso es cinco veces más amplio que el cuchitril donde estrujo mi cráneo. Está bien pintado. Los muebles son bonitos. La luz invade el espacio.
–¿Cuál es esa pregunta?
–¿Grabas porno en tu casa?
–Sí.
Si todo fuese tan fácil las guerras durarían media hora.
–De lujo. Tenía la duda –expongo.
–Lógico. La pared del estudio pega a tu casa y con el ruido que se forma… –dice.
Me tomo la cerveza de un trago, la dejo sobre una mesita y me despido.
–Bueno, Agus, eso era todo…
–Espero que todo esto quede entre nosotros.
–¿El qué?
Carcajeo después de preguntar. Soy una gracia volátil.
–Se me da bien cuidar a los confidentes –no sé si Agus está seguro de lo que ha dicho, pero le he entendido.
–Bien, bien… a mí se me da bien beberme el whisky que me regalas.
Vuelvo a casa y pongo un disco de Down. Escuchar a Phil Anselmo me recompone la cordura.
Ya puedo volver a empezar.
¡Hombreeeee! El bueno de Klaus da señales de vida. Al menos sabemos que sigue escribiendo. Brindo por él.
ResponderEliminarSigue el hombre... jajajaja
EliminarY no tener yo la suerte de tener un vecino igual...
ResponderEliminarMuy buen relato.
Saludos.
Bravo!! Mantiene la tensión durante todo el texto...Me recordó algunas cosas de Bukowski xDD.. Un abrazo
ResponderEliminarSí, Bukowski, Palanhiuk... va en esa dirección.
EliminarAbrazacos.