El sonido de la madera, el crujir de las ramas, el
mascullar del viento y los gritos de las viejas brujas.
Una nube
de dimensiones descomunales invade el cielo.
Dos
rayos impactan contra el poste central de la estación. El vagón restaurante
tiembla; los cuervos se balancean sobre el fino cable. El suelo oscila.
La
electricidad recorre mi ajado cuerpo y reactiva las neuronas muertas.
Rancias presencias
sobrevuelan el terrorífico atentado natural. Los cuervos claman por la horca imaginaria.
El
silencio se come la realidad; el cable transporta miles de voltios intensos.
Azul eléctrico, rayo de la venganza; existe vida en la cloaca.
No
entiendo las razones, pero no pasa nada. Evolución divergente.
La
estación está vacía, sin embargo, no sé de qué me extraño. La realidad no es
más que un sueño, un mal sueño, una pesadilla vírica.
Los
cuervos son grandes, de ojos negros y brillantes. Hay cientos de ellos, todos
vigilantes y lúgubres. Su plumaje brilla, y la sombra convierte sus picos en
guadañas. Se mecen de forma lasciva.
Estoy
sentado frente al tren, parezco el habitante fantasma de un andén muerto. No
hay nadie, la desesperanza reina. El polvo viaja a través del viento, que
parece gemir. Ellos se acunan, estoy en su punto de mira. Siento el desdén de
sus impulsos.
Y luego en blogs de mierda te encuentras mazo de cometarios. He visto que has borrado muchas entradas, lo has modernizado un poco.
ResponderEliminarSigue, tronco. Me dejas loco con lo que escribes.
Es lo que tiene, amig@. He decidido hacer una limpia profunda, sin miramientos.
EliminarLos comentarios ayudan mucho, pero tienen que ser auténticos.
Te agradezco el interés, un abrazo.