Fatiga horaria (tercer día).
No sé cómo empezar, tengo tantas cosas que contar, tantos recuerdos,
tantas anécdotas. Cada día es un mundo nuevo, un cambio de rumbo, una nueva
historia. Se amontonan las ideas, los conceptos, las pretensiones. Es el paso
del tiempo, debe ser eso, al menos, así lo veo desde mi trono de porcelana. Los
años me han ido moldeando, pero la corriente principal siempre ha sido la
misma. Hoy aquí, mañana allí. Es insustancial. El avance es una enorme criba de
emociones, desengaños y amistades. Y ahora, en este preciso instante, estoy
sentado en ese trono de porcelana, fumando y plasmando ideas en un cuaderno,
sonriendo. Tengo muchas cosas que contar, y las escribo, las descifro, las
camuflo entre frases superficiales. No voy más allá, no quiero inventar nada,
no quiero ser catalogado. Mis pretensiones no existen, simplemente aplaco
ciertas voces internas. Escribo para sentirme libre, y lo consigo. Desde el
otro lado puedo crear personajes que no tienen miedo, puedo fabricar mundos,
construir arquetipos, matar y hacer que dos asesinos se enamoren. Desde el otro
lado soy capaz de morir y resucitar. Entro en trance y disparo. Lo hago por mí,
soy feliz perdiendo el tiempo, soy feliz siendo un “perdedor”. No busco,
encuentro.
*
El otro día leí algo, un comentario: “No me gusta cuando ciertos
tipejos, en sus perfiles de las redes sociales, se hacen llamar escritores.
Muchos no lo son, y nos quitan peso a los auténticos escritores”. Me llegó al
alma esa coletilla, esa rabieta artística. Y me hizo pensar en el universo
cibernético, en las nuevas leyendas. Las redes sociales son una irrealidad
absurda, una aventura de ciencia ficción. Es cierto que pueden ser muy útiles:
se encuentran amistades perdidas, se conoce gente, cuelgas tus fotos, cuentas
un poco tu vida, difundes tu obra (si tienes algo que difundir) y te fabricas
un personaje. Pero no voy a hablar de las ventajas de las redes, voy a hablar
del engaño. Uno no se puede enfadar por un acto libre. Cada persona, o
personaje, puede ser lo que quiera allí dentro. La esencia es la que nos
define, y nuestra esencia reside en todo nuestro ser, en nuestras cosas. Nada
se escapa. La autenticidad prevalece.
*
Cada día retraso más la hora de irme a la cama. Escribo hasta tarde.
Después ceno y veo un rato la televisión, a ser posible cine. Al final me
acuesto de madrugada, y me encuentro cansado, me pesa el alma. Intento llevar
una vida normal, y creo ese es el peso, es una jodida carga. La normalidad
apesta, la rutina social es insoportable, un tedio, no dice nada. Todos los
días son una réplica exacta (eso venden). Y cuando hay días libres los devoro
de forma salvaje. Locura horaria, eso es. Solo quiero sentarme a escribir,
pasear, odiar el sistema en paz y harmonía, sin que nadie me haga ver mentiras.
Quiero un trozo privado de naturaleza. Quiero tener un pedazo de tierra gigante
y alejarme de la ciudad.
Este diario es el comienzo de
una nueva vida. Es la descripción del camino. Voy a hablar de mis verdaderos
motivos. Son tantas las cosas que no me gustan que esto se va a parecer a la
sinopsis de un melodrama serie B. Pero soy positivo, la senda del perdedor está
plagada de momentos de alegría extrema.
*
Siete de la mañana. Caras de resignación. El jefe, sin ganas de
conversación, está sentado en su pútrida silla, delante de la pantalla del
ordenador. Juega al buscaminas (la
incompetencia se viste de gala). Posee
un gesto muy normal en estos días, es una cara neutral, se siente culpable por
la vida que lleva, y es algo genérico en el mundo actual, sin embargo, eso no
justifica ciertos comportamientos. Siempre nos pasa lo mismo: nos miramos y
estalla la guerra. Él ocupa un pedacito de trinchera, mi posición es más
jodida, no estoy en ningún sitio a la vez, y es por decisión propia, me
posicioné en su día y me mantengo firme. Él conoce mi punto de inflexión
principal, pero si todo revienta siempre es porque quiero. Tengo el control, y
lo he tenido desde el principio. Su naturaleza es vil, cobarde, rastrera. No
tiene escrúpulos. Su leyenda negra sobrepasa ciertos límites relacionados con
el poder otorgado. Pero conmigo no puede, y lo sabe. No tengo miedo al despido.
No hay comentarios:
Publicar un comentario