Soy Harry Princhettas,
el pesado de los textos que no llegan a puerto, y hoy voy a mojarme de verdad.
Voy a hablar de las empresas que dominan el planeta y de la huella que están
dejando en el sistema. Cuidado, amigos, el enemigo lleva años diseñando
nuestras vidas.
Me parece increíble ser
testigo de tal involución laboral. Los trabajadores y clientes hemos pasado de ser números asociados y nos hemos convertido en códigos específicos. Puede parecer lo mismo de siempre, pero
no lo es. Antes solo éramos números, y nada más (ironía ácida). Las firmas internacionales son
como grandes depredadores planetarios, todo aquello que se sale del puro y duro
negocio es carne reemplazable, no importan las vidas ajenas, o la integridad de
las personas. Su única misión es reunir dinero y aumentar el rango de poder. Es
como un videojuego gigante en el que todo vale. Adoptan psicópatas laborales,
maltratadores, alcohólicos, gerentes sin corazón, sicarios administrativos,
abogados del diablo y trabajadores adormecidos (sobre todo eso). Pero siempre
se les cuelan virus, personas errantes que no se dejan encadenar, y eso es un
peligro, ya que estas personas despiertan a los adormecidos, y eso no puede ser.
Entonces las empresas se ven obligadas a purgarse, a vacunarse contra la realidad,
a desterrar a los infectados, a pudrir el sistema. Lo hacen sin pudor, sin
emociones, con frialdad. ¿Por qué lo hacen? Porque les damos libertad y les
cedemos el poder, somos su garantía de éxito, nos tienen encerrados en una
mentira nauseabunda y destructiva. Tienen todas las cartas de la baraja en su
mano, o casi todas (realmente no tienen nada, pero bueno, seguiré el juego), y
conforman las partidas a su antojo. Las empresas se rifan el planeta, compran
políticos, se hacen con el control de las masas, dominan los mercados y
eliminan al pequeño empresario (el término se puede ampliar: eliminan artistas
desconocidos, deportistas de segunda clase, diseñadores, personajes que no
saben tener la boca cerrada...). Ni siquiera los que portan las cartas tienen
el poder, es la corporación la que manda, todo es prescindible, todos lo somos.
Esos tipos de corbata, altivos, arrogantes y chulos, son otra parte de la
cadena, y ellos también caen. Lo mismo digo de las nuevas féminas corporativas,
esas jefas que se creen dominadoras de la raza humana. Somos el alimento del
planeta empresarial.
Los conceptos han cambiado, y lo digo en
serio, muy en serio. Ahora te llaman, te dan una palmadita en la espalda, te
mienten de forma agradable y eliminan tus derechos. El despido laboral se ha
transformado en la mayor de las mentiras: te obligan, te incitan, te empujan,
te sonríen y, al final, desapareces sin dejar huella y les mandas a la mierda (perdón
por la expresión, pero la salud mental es lo más importante). Las empresas
tienen el poder de decidir qué se puede vender (concepto ampliable), no importa
la calidad, da igual que exista algo mejor, lo importante es seguir avanzando,
comer mundo, chupar del paneta. Ellas eligen que director merece la pena, que
escritor debe llegar, que deportista es el adecuado, que albañil, que político,
que jefecillo. No digo que sea imposible salir a flote, solo advierto del
control que ejercen sobre nosotros las grandes compañías, las grandes marcas.
*
Observo las huellas que
dejan los monopolios, son visibles a larga distancia, con leer un periódico o
ver el telediario es suficiente. El conformismo y la resignación son las marcas
más profundas y sucias, no cabe duda (quedarán para siempre impresas en la
historia del ser humano). La población tiene miedo, un miedo absurdo e
infundado. Es triste ser testigo de tal vileza, de verdad, duele mucho, ya ni
lo siento, simplemente deseo cambiarlo todo, repartir alegrías, huir, escapar
del comercio gubernamental. Sin embargo, al analizar mi entorno cercano,
observo cosas que me extrañan, y una de ellas es el subgénero humano que está
naciendo: los adaptados (o zombis). Buitres creados para joderse y joder al
despierto, los fichajes estrella de cada sección, de cada empresa, de cada gran
superficie; no importa el rango o la altura, están por todos lados. Ellos
acatan las órdenes, se las comen, las mastican, se las tragan, las regurgitan y
las degluten por última vez sonriendo hacia los lados. Vomitivo se mire por
donde se mire. Gracias a ellos, hipnotizados por las corporaciones de la gran
cúpula, el resto tiene que pasar por el aro. Y no les culpo, ellos no tienen la
culpa, no hay que odiarles. Todos somos uno de esos adaptados, en mayor o menor
medida, pero lo somos. Algunos por no gritar lo suficiente y otros por callarse
como bellacos retorcidos. No existe la verdad del siglo XXI, la estamos
escribiendo todavía. Por eso tengo esperanzas de que todo cambie.
Ejemplo Princhettas:
El otro día me compré
unas buenas zapatillas de una marca desconocida, muy baratas y de excelente
calidad. Bueno, pues ya están saliendo textos fantasmas y montajes víricos en
su contra. “¡INCREIBLE!”. Así funciona esto, todo vale. La verdad depende de lo
crédulos que seamos, es sencillo. Eso sí, no lo dudéis, si una marca nueva se
presenta en la piel de un deportista de élite, el concepto se transforma por
completo. “Si quieres, debes verlo”. Es una gigantesca mentira, una farsa. Al
final los pequeños comerciantes son ligas menores, supervivientes, vagabundos
de galería, mendigos de mercadillo. Es patético, lo sé, pero la realidad supera
a la ficción.
SNK Imagen, Dr. Irreverente & Danson.
SNK Imagen, Dr. Irreverente & Danson.
el quijote tenía el don de ver gigantes allá donde otros solo veían molinos, afortunado él.
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