Hace
años se abrió una herida en mi alma. No voy a profundizar, lo dejaré ahí, todo
ocurrió por pura supervivencia y ocasionó daños irreparables en la vida de
muchas personas. El caso es que la maldita herida se hacía más y más grande con
el paso del tiempo. No parecía curarse. Pasaban los meses y cada vez había más gente
metiendo el dedo en ella, chupando la sangre, escupiendo en su interior. La
profundidad llegó a tal extremo que casi aniquila lo poco que quedaba de mi
parte humana. El dolor era tan intenso y agudo, que soportarlo consumía todas
mis fuerzas.
La situación tenía que reventar por algún
lado, eso era más que evidente. Y lo hizo de un modo salvaje, físico,
destructivo. Mi estómago se fue a la mierda. Demasiado odio reconcentrado.
Demasiado sufrimiento estancado. Me salvó mi posición elevada y una capacidad
innata para actuar estratégicamente. No podía perder lo poco que tenía, o creía
tener, así que disimulé mi dolor y continué la marcha.
El tiempo trascurría de un modo horrible,
traumático. Ya no solo tenía una herida que atender, ahora cuerpo y mente
estaban jodidos, y eso nunca es bueno.
Entonces empezaron a sucederse una serie de
acontecimientos, bastante brutales, y dentro de la realidad más cruel posible,
que me hicieron ver que estaba en medio de un aprendizaje y que llegaba el
examen final, también llamado cambio vital o renacer. Puede que esos
acontecimientos tuviesen algo que ver con mis energías, pero lo dejaré para
otro momento. El caso es que lo maligno vino a mi encuentro y se quedó una
temporada.
Es evidente que para renacer antes hay que
morir, así que decidí morir y volver al abismo original, el lugar que forjó mi
personalidad cuando nadie confiaba en mí.
Dentro del abismo me dediqué a pensar.
Meditación extrema. Autoanálisis. Buscar causas, consecuencias y posibles
soluciones. Hice balance de daños y valoré las pérdidas reales, para lo cual
tuve que aniquilar mis emociones positivas y observar los acontecimientos en
bruto y desde una perspectiva ajena a mi persona. Perdí a mi madre, es cierto,
pero no el día en que murió, sino cuatro años antes. También me quedé solo,
nunca fui el compañero vital deseado, quizás aquellos años de oscuridad, de
bloqueos, de rutinas absurdas, de gente a la que odiaba. Acabé solo por mi
culpa, es así, no voy a ocultarlo. Una parte de mi entorno, casi todo, deseaba
convertirme en un cosa que no era, y así fue como abrieron la herida y
convirtieron todo en un infierno que se me fue de las manos. Dicen que el fin
justifica los medios, yo digo que un demonio solo puede estar con otro demonio.