Hablar
de la literatura de Ratero es como abrir una franja en el tiempo y revisitar la
historia quinquillera. Aunque para
algunos todo ese movimiento de adictos a heroína en busca de fama y fortuna ya
no exista, para este magnífico y atrevido autor lo es todo. Y con esto no digo
que sus historias sean repetitivas, ni mucho menos, todo lo contrario. Esta oda
a los setenta, las referencias con aquellas increíbles películas que
engrandecieron el cine de temática criminal, es santo y seña de su mordaz e
incisivo estilo.
Conocí a Ratero el mismo día que compré Maestro pocero (Editorial Gradiente,
2016), y desde entonces estoy ligado a su literario cordón umbilical. Me parece
un autor auténtico. Es como tener un Irvine Welsh personalizado. En esta
primera obra me imaginé al propio autor narrando sus vivencias, no lo puedo
evitar. Una historia sucia, teñida de jaco, rebosante de sexo y tan real que
resulta vomitiva (me apasiona leer algo así).
Cuando empecé a leer Picos y colmillos (editorial Gradiente, 2017) ya llevaba unos meses
comunicándome con el autor, y existía cierto nivel de comprensión existencial
(sigue existiendo). Aunque me imaginaba lo que iba a leer, la sorpresa fue
mayúscula. ¡Qué cojones!, me dije,
este tío hace lo que quiere, es libre, le da igual mezclar yonquis y quinquis
con vampiros y psicópatas. La forma de narrar estos tres relatos es
maravillosa, pues utiliza varios personajes y sus distintas perspectivas para
ligar los acontecimientos. Siempre en primera persona. Muy original y bien
relatado.
Es más que evidente que no se trata de lectura
para todos los públicos. Su ingesta puede herir la sensibilidad de muchas
personas. Las escenas de sexo, que son muchas y variadas, la violencia, el
abuso de drogas, los pinchazos. Literatura de barricada para mentes inquietas. No
dudéis ni un instante…
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