lunes, 10 de diciembre de 2018

Rodrigo Ratero




Hablar de la literatura de Ratero es como abrir una franja en el tiempo y revisitar la historia quinquillera. Aunque para algunos todo ese movimiento de adictos a heroína en busca de fama y fortuna ya no exista, para este magnífico y atrevido autor lo es todo. Y con esto no digo que sus historias sean repetitivas, ni mucho menos, todo lo contrario. Esta oda a los setenta, las referencias con aquellas increíbles películas que engrandecieron el cine de temática criminal, es santo y seña de su mordaz e incisivo estilo.
    Conocí a Ratero el mismo día que compré Maestro pocero (Editorial Gradiente, 2016), y desde entonces estoy ligado a su literario cordón umbilical. Me parece un autor auténtico. Es como tener un Irvine Welsh personalizado. En esta primera obra me imaginé al propio autor narrando sus vivencias, no lo puedo evitar. Una historia sucia, teñida de jaco, rebosante de sexo y tan real que resulta vomitiva (me apasiona leer algo así).
    Cuando empecé a leer Picos y colmillos (editorial Gradiente, 2017) ya llevaba unos meses comunicándome con el autor, y existía cierto nivel de comprensión existencial (sigue existiendo). Aunque me imaginaba lo que iba a leer, la sorpresa fue mayúscula. ¡Qué cojones!, me dije, este tío hace lo que quiere, es libre, le da igual mezclar yonquis y quinquis con vampiros y psicópatas. La forma de narrar estos tres relatos es maravillosa, pues utiliza varios personajes y sus distintas perspectivas para ligar los acontecimientos. Siempre en primera persona. Muy original y bien relatado. 
    Es más que evidente que no se trata de lectura para todos los públicos. Su ingesta puede herir la sensibilidad de muchas personas. Las escenas de sexo, que son muchas y variadas, la violencia, el abuso de drogas, los pinchazos. Literatura de barricada para mentes inquietas. No dudéis ni un instante… 


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