miércoles, 19 de octubre de 2016

Carta sin ajuste





Me escondo entre la multitud
hasta sentirme totalmente solo.
Enciendo el reproductor
y escojo la canción más salvaje.
Nadie sabe quién soy
ni de dónde provengo,
nadie me mira de reojo.
La soledad no entiende
el proceso que nos convierte
en infelices soldados
de la oscuridad metropolitana.




sábado, 15 de octubre de 2016

Peligro: frases sueltas



Me gustaría no tener que verlo. Hay dos niños jugando a quemar árboles. Y eso no es todo. Un centenar de profesores, todos en paro, se calientan las manos alrededor de un tocón en llamas. No hay nada que aprender. Ya está todo dicho, todo hecho, todo acabado. La esperanza se ha vuelto adicta a la heroína.
    Mala Praxis, escondida en el rincón más oscuro del parque más céntrico y visible, vende cerillas a menores de edad.
    ¿Ciudades? Guarderías de salvajismo más bien.
    Insisto: me gustaría no tener que verlo.
    Hay más gobernantes que personas. No existe la población mundial. Cada familia está compuesta por números, y cada número pertenece a una carpeta perdida. Somos el olvido de una nación que solo celebra logros pasados.
    Si tengo que ser sincero, leer a Henry Miller está abonando mis campos conceptuales —en estos momentos soy el caos, una partitura en blanco.
     No veo el mundo tal y como es, lo veo tal como es en realidad —y no me jodáis el matiz—. Los artistas plásticos han hecho un buen trabajo maquillando el vertedero. Ahora mi entorno parece un feo barrio de la periferia.
    Sigo viendo algo que no deseo ver. Cuarenta niños acaban de pillar cerillas a doña Mala Praxis. Las frases ya no caben. El desorden crece. Mirar para otro lado se ha convertido en deporte nacional, ¿o siempre lo fue? Da lo mismo. El fuego se extiende. La ciudad arde. Me gustaría no tener que verlo porque en realidad todo es metafórico. Un apocalipsis multicolor que actúa sin ser visto.
     Aclaración: en realidad hay un grupo de elegidos que pueden ver el fuego en su máximo esplendor.
    Continúo: la claridad se esfuma igual que lo hace la inocencia. No hay aprendizaje sin lágrimas. Si observo con detenimiento, puedo verlas: un ejército de ratas vestidas de militar cubre el decorado y barniza ciertas ideas retrogradas. Quieren crear una muchedumbre de seres ignorantes con síndrome de abstinencia.
    Pero no pasa nada.
    Los niños ya no podrán vivir sin fuego. Eso es lo importante. A fin de cuentas, la telerrealidad es el circo de nuestros días.




martes, 4 de octubre de 2016

Ausencia de conducta en Los+Mejores

Una vez más, la revista Los+Mejores aporta su granito de arena publicando un artículo. Dejo un pedacito y el enlace.
«A Daniel Aragonés lo conocimos como cantante del grupo madrileño Opium Relax, del que (cosas de la vida) Jon Marin, director de esta web, fue mánager durante un tiempo. Opium Relax, tras dos grandes discos de lo que ellos llamaban “Música hijaputa” (‘¿Dónde está el bufón’? -2002- y ‘Distimia’ -2005-), se separaron. Algunos de sus miembros formaron la banda Hell’s Fire y Dany se apartó de la música para dedicarse a la literatura.»






sábado, 1 de octubre de 2016

Héroe anónimo





Sí, ya lo sé, no es una buena manera. Someterse a hipnosis por primera vez, en plan terapia, siguiendo los consejos de tu psicóloga, y que el profesional de turno, otro psicólogo, lo único que haga es darte una buena ración de carne embutida. Te lo dije y no me hiciste caso. Ir borracho a terapia no es una buena idea. Ya sé que la psicóloga te dijo lo de la hipnosis, pero no de esta manera. Ella te dio un par de números, te aconsejó que acudieses a un buen profesional. Lo sé, lo sé. Solo digo que desde el principio la cosa se fue de madre.
    No me lo recuerdes.
    Salimos por ahí, bebimos unas cervezas y te dio por hacer uso de tu smarphone, de la Wikipedia y del buscador. Creíste haber encontrado al mejor psicólogo-hipnotizador del mundo, sin embargo, su paupérrima página web era demasiado delatora. Así funciona la generación X, o la generación Nocilla, ya no sé cómo llamarlo. Lo único cierto es que somos Autodestructivos. Sociópatas en potencia en manos de sociópatas en potencia. Mentirosos por convicción. No importa el resultado, sino la vivencia. Poca paja y mucha aguja.
    Voy a parar antes de convertirme en un periodista deportivo.
    Me pediste expresamente que te acompañase, y eso mismo hice. Cuando llegamos la borrachera estaba en lo más alto de nuestras cabezas. Aun así, se intuía la debacle con total claridad. Ese tío no era profesional de nada. Quién mierda lleva una chaqueta de pana marrón con una camisa de cuadritos rojos y azules. Parecía un leñador con un título de psicología de polígono, un curandero de poblado, un desequilibrado jugando a ser terapeuta. Muy de este siglo, la verdad.
    Me quedé en la sala de espera hasta que escuché los gritos y el golpe. Pasó media hora. Cuando entré, vi al hipnotizador tirado en el suelo, panza arriba, con la bragueta bajada y el pene fuera. Tú tenías los pantalones por los tobillos y un hilillo de sangre te caía por los muslos. No me hizo falta mucho más. Ese hijo de puta te había intentado curar, y tú rechazaste la medicina.
    Nada de finales felices.
    Dos días después me llamaste. No recordabas nada. Querías saber si tu fisura anal era lo que creías que era, y te dije la verdad: «Sí, ese tipo te ha percutido el culo mientras dormías». Sacaste dos cervezas. Luego otras dos. Te hiciste un par de porros y fumamos. El efecto fue confuso. Solo llorabas, nada más que eso. No recordabas lo del puñetazo y el golpe en la cabeza. Pero la realidad fue esa. Le pegaste duro y aquel farsante se quedó tetrapléjico al darse con el pico de la mesa. Ya no podrá usar su pene con ningún otro paciente. Deberías estar contento, eres un maldito héroe anónimo.