jueves, 28 de abril de 2022

Un mundo de corchopán intelectual


 

Supongo que es la propia divergencia, egocéntrica en sí misma, concéntrica, la que me tiene apartado de este cruel e insensible mundo desde hace meses, años, puede que toda la vida. Me centraré en el mundo real y haré cierta aclaración: Abandoné mi espacio literario personal por infinidad de razones, una fue la falta de tiempo, y otra porque no tenía nada que decir, pero eso no significa que haya dejado de existir. Lo que sí es cierto es que gracias a Dentro del Monolito he recuperado las ganas de volver, como un jodido fénix llameante y destructivo.

¿Qué he estado haciendo durante este periplo? Preocupado por autores como Francisco Santos Muñoz Rico, Juan Cabezuelo, Oscar Ryan o Javinho Do Sousa. Intentando que sus obras salgan al mercado y se conviertan en un bien intelectual que perdure hasta que nuestro Sol se transforme en una devastadora enana roja y nos engulla como aperitivo interestelar. De forma humilde, sin pretensiones. También he tenido un hijo y he encontrado el amor verdadero (la literatura no lo es todo).

En realidad siempre he pensado, y pienso, que el ser humano logrará escapar algún día de su propia condición autodestructiva, y que habrá cientos de galileos en llamas que nos elevarán a lo más alto de la salvación (como especie), y con sus ideas viajarán todas esas obras por las que tanto hemos luchado. Puede que nos convirtamos en un cerebro gigantesco y que nuestros cuerpos dejen de tener valor, pero sobreviviremos, dejando atrás infinidad de pensamientos e instintos absurdos.

En fin, dejaré de enseñar ciertas ideas, al menos por hoy.

Durante las últimas semanas, en las que he sentido como mi figura sangraba ante ciertos agravios, me he dado cuenta de varias cosas: lo primero, mi capacidad para huir de la quema sin hacer ruido, no me importa quedar como el malo de la película o el salvador, odio ese tipo de etiquetas irracionales. Siempre estoy donde debo estar para ser lo más efímeramente feliz que puedo. Ya me he sentido engañado demasiadas veces como para perder el tiempo intentando salvar lo que ya está perdido. Lo segundo es mi literatura, tan aclamada y elevada a los altares por algunos, y tan denostada por otros, incluso perdida en el limbo de la petulancia más altanera del mundillo de los ácaros literarios. El resto de cosas son personales, rollos de exmujeres y demás fauna que intentan colgarme en la plaza de tres o cuatro pueblos al mismo tiempo, haciendo gala de la primera ejecución múltiple simultánea a una misma persona de la historia, digna de Vonnegut. Acusado de crímenes que jamás cometí del todo.

¿Veis por qué dejé de escribir en Surrealismo Subjetivo? Porque todo anda un poco descolocado en mi cerebro.

 

#APastar