martes, 27 de enero de 2015

Crónicas del pantano II: Óxido.





















Óxido

Fredek, un asesino “jubilado”, intenta escapar de su sino, pero le es totalmente imposible. La bestia que lleva dentro no puede ser gobernada, y acude a la cruel llamada del pantano sin pensar en las consecuencias. Se deja arrastrar por el cebo más cruel que un cazador puede usar: el afecto, el amor, la unión.
En un momento de la trama, nuestro protagonista conoce a una joven de carácter vivaracho, con un pasado que desea borrar para siempre. A raíz de ahí, entre ellos se crea un vínculo indestructible y mágico. El único objetivo del personaje principal es salvar a la joven. Y para ello tendrá que adentrarse en las entrañas de un pantano que parece tener vida.
En Óxido se narra el proceso de una búsqueda salvaje. La salvación de un alma maldita está en juego. La purga ha comenzado.
Se trata de la segunda parte de las crónicas del pantano, el nexo de unión entre todas las historias que componen la trilogía. Óxido es la purga, el barrido, el exterminio, el principio de otro final.
El concepto de la obra nos adentra en un mundo totalmente surrealista y oscuro.
Sexo, muerte, recuerdos del falso pasado, angustia, adrenalina, conversaciones fugaces y anárquicas, intriga y mucha sangre.

ISBN: 9788415079415
Editorial Alfasur
Precio: 10 euros.
Se puede pedir por correo (llamando al 91 692 28 88), o encargarla en tu librería.

lunes, 12 de enero de 2015

Noticias de la campiña





Phil el pescador no da crédito. Dice haber visto un robot de ratón de campo por los alrededores del embalse de Valmayor. Es más, al parecer, el pequeño autómata estuvo fastidiando a Phil su maravilloso día pesca, incordiando, tirando de las cañas, pinchándole las latas de cerveza y triturando su cebo.

    
Palabras de Phil: “Bien es cierto que iba un poco borracho, o achispado, cuando vi al bicho cibernético. Pero puedo asegurar que lo vi. Incluso le saqué una foto. Ese bichejo me jodió el día, sí. Y no estaba solo, creo…”.


Según fuentes cercanas, una plaga de máquinas roedoras amenaza con destruir al ser humano. Ya son varios los testigos que aseguran haberse topado algún ratón cibernético.


Desde la redacción de la campiña pedimos disculpas por no poder ofrecer más información.













Fotografía:SNK



miércoles, 7 de enero de 2015

Testimonio del bosque:



Me llamo Peluchín, y soy un oso pardo de cuatrocientos kilos de peso, ahí es nada, chavales y chavalas. Tengo unas garras increíbles, eficaces y fatales. Soy una bestia salvaje. Sí, en efecto, soy un arma mortal. Pero, ¿me veis por ahí matando a montañeros o comiendo bebés humanos o masacrando grupos de ciclistas o partiendo por la mitad a esquiadores despistados? No, ¿verdad? ¿Sabéis por qué? Porque no soy un jodido psicópata (solo a veces, la época de apareamiento es muy mala). No pertenezco a la familia de osos que ayudaron a Eliseo (asesinos a sueldo bíblicos). Vivo mi vida. No soy un oso estadounidense de esos que va rebuscando en los contenedores de los pueblos, o robando la comida de los campistas. Vivo mi vida sin joder a  nadie, y reciclo, que lo sepáis (ja, ja, ja). Lo de reciclar es una forma de hablar, la basura que genero es orgánica.


Pues eso: si me veis en la oscuridad del bosque, no corráis… (ja, ja, ja… mejor corred).

lunes, 5 de enero de 2015

15



La sociedad, el individualismo del sujeto, el frío invernal, la codicia, la libertad oculta. Almas descarriadas del sistema. Políticos desquiciados, prepotentes y sin principios demostrables. Vientos económicos capaces de devastar sociedades enteras. Divergencia falsa. Todo fluía por las alcantarillas de un régimen devaluado e inútil. Las oportunidades no existían como tales, eran reflejos del pasado, flecos mohosos de lo que ya no sería. Miles de familias se debatían entre el comer y el dormir bajo un techo libre de goteras. Los niños jugaban, pero también pensaban en cosas de adultos; lanzaban piedras al futuro, se reían de las normas y meaban en latas vacías y oxidadas. Los gatos eran mucho más astutos. Las palomas expulsaban sus heces sobre el asfalto, sobre las páginas grises del diario de la niña que no dormía. Era la pesadilla de una crisis cruel, de una ciudad anclada en la adversidad. Y luego estaba la doble moral, algo parecido a una persecución entre lobos extasiados, voraces y con hambre de yugular.