jueves, 23 de junio de 2016

Irreflexión





Por fin he despertado. Estoy aquí, delante del espejo. Tengo ojeras, sueño y remordimientos. Después de un tiempo aletargado, me doy cuenta de lo que me falla, una cosa tan importante que no sirve para nada. Me falla el trabajo, esa acción rutinaria por la cual suelen pagar un dinero a fin de mes. Me falta un trabajo estable, eso es. Teniendo uno podría llevar una vida espectacular  y no sentir que la balsa en la que viajo se mueve.
    ¿Será cierto eso?
     Estoy aquí, delante del espejo, y puedo verlo: sentado en mi hombro derecho hay un demonio verdoso con una cerveza en una mano y una porción de pizza en la otra. Me dice que en realidad no me falla nada, y que la estabilidad no existe como tal. ¡Maldita sea!, pienso. Entonces aparece un angelito de color marrón,  se sienta en mi hombro izquierdo y eructa, lleva un café en una mano y un cigarro en la otra. Me dice que soy un fallo del sistema y que debo resetearme para continuar.
    ¿A quién hacer caso?
    Me siento en la taza del váter con los pantalones bajados. No quiero seguir mirándome en el espejo, no quiero escuchar  al ángel color excrementos y al demonio verde cerveza. Soy lo que soy, no me define una marca de relojes.









Irreverencias sin amueblar IV





Las imágenes que regalo son desalentadoras,
soy consciente de ello, lo tengo en cuenta.
Pero eso no me convierte en peor persona.
La poesía me llena de una forma salvaje,
creando en mi interior tornados y tormentas
de palabras convertidas en versos irreverentes.

Mi naturaleza reversible regala sonrisas, chistes,
algarabía descontrolada y cinismo barato.
Nada que no se pueda rematar con fuego y gasolina.



 

sábado, 11 de junio de 2016

Irreverencias sin amueblar III





Borrar. Arrugar el papel. Lanzar el gurruño.
Observar el mundo que me rodea y reír.
Ir hasta el espejo y poner cara de tipo duro.
Salir de casa fumando, sintiendo el odio,
y sin dinero de más en los bolsillos. Sí.
Ya estoy listo para cubrirme de gloria.

No hace falta pensar de ninguna manera,
la sociedad seguirá pudriéndose sin más,
como el cadáver en descomposición que es.
Por eso mis ropajes son negros: voy de luto.




viernes, 10 de junio de 2016

Irreverencias sin amueblar II





En los bufetes corporativos
se juegan nuestras vidas a las cartas,
destruyen los documentos de valor
y se ofenden si los llamas MIERDA.

Estoy sentado en la sala de espera
de un despacho-retrete-empresarial.
Me siento afortunado, soy feliz,
la despreocupación me posee el alma
cuando me hacen jugar con suciedad.




jueves, 9 de junio de 2016