Detalle histórico
The chemical
wedding (1616), catalogada por algunos como la primera novela de ciencia
ficción de la historia, escrita por el alemán Johann Valentin Andreae, es una
historia fantástica relacionada con la secta de los Rosacruces. Lo que
convierte esta obra en ciencia ficción es que se lleva la alquimia de la época
al extremo, mostrándola en sus párrafos como si fuesen hechos reales.
Ahora es
cuando todo se cae y tenemos que empezar de nuevo. Muchos expertos dicen que,
como la alquimia no es ciencia, enmarcar The
chemical wedding como la primera novela de ciencia ficción es forzar
demasiado la máquina. Quizás deberíamos quedarnos con Mary Shelley y su Frankenstein o el moderno Prometeo (1818) como la primera novela
de dicho género de la historia. Dejarnos de investigaciones, comernos todo lo
que dicen y mirar hacia otro lado. ¿Por qué vamos a creer que Utopia, de Tomás Moro, novela corta publicada en 1516, puede
ser el primer texto histórico al que podría catalogarse como ciencia ficción?
Lector novato
Fue gracias a Pórtico
y su prólogo que ahora esté escribiendo esto. No porque en dicho texto
hallase carencias, que no es el caso, sino porque dentro de las distintas sagas
de las que habla Miquel Barceló me faltaron algunas muy importantes, lo cual me
llevó a pensar en el maravilloso género de la ciencia ficción y su amplitud.
Mi mapa de
género es muy sencillo, y como todo, tiene un comienzo. Todo empezó con Bradbury
y sus Crónicas marcianas (1950). Mi
yo adolescente sujetando el libro y pensando en exploradores espaciales
diseñados de un modo humorístico. En ese instante no me plateé el libro como lo
que realmente es, una sátira irreverente y mordaz que abarca temas como la guerra y el impulso autodestructivo del
hombre, el racismo, y la pequeñez del ser humano al frente de la naturaleza o
explorando el universo.
Desde aquella
primera novela hasta la última, incluido un intenso estudio y una gigantesca
lista de trabajos aún sin leer, he añadido infinidad de títulos y tomos a mi
librería. Sin embargo, como en todo, hubo un segundo libro de fuerte impacto en
mi cerebro, y ese fue El fin de la
infancia (1953), de Arthur C. Clarke. En ese instante decidí que debía
zambullirme en la ciencia ficción, o literatura de ideas, y empaparme con sus
historias.
Enamorado de
los viajes espaciales y el descubrimiento de razas extraterrestre me hice con Cita con Rama (1973) y 2001: Una odisea espacial (1968), ambas
de Arthur C. Clarke y primeras novelas de sendas sagas que marcaron época.
Arthur me
llevó hasta Asimov y su Fundación (1951),
y acabé por leerme la saga que marcó la década de los cincuenta.
Cada año iba
a más y me interesaban más temas. Quería conocer la distopía y me decanté por 1984 (1949) de Orwell, que sin ser un
escritor de género, escribió una de las obras de culto más grandes de la
literatura universal, introduciendo conceptos que aún hoy perduran y siguen
introduciéndose en otras obras. Siguiendo un hilo similar, vinculado a la
crítica sociopolítica y socioeconómica, cayeron Fahrenheit 451 (1953), de Bradbury, y Un mundo feliz (1932), de Adous Huxley. Para mi gusto es una triada que satiriza el desarrollo de la
sociedad actual. Novelas que no pasan de moda porque los problemas siguen
siendo los mismos. Trabajos eternos y universales.
Detalle histórico
El término ciencia ficción —mal traducido del inglés: science
fiction— nace en 1920, lo cual no significa que no existan obras de
renombre datadas de tiempo atrás, como es evidente, que se puedan englobar dentro del susodicho género.
Gernsback,
uno de los padres de la ciencia ficción, junto con H.G Wells y Julio Verne, fue
el encargado de utilizar el término denominativo por primera vez y de forma
consciente. Como apunte diré que William Wilson usó una expresión similar, de
forma aislada, en el año 1851.
Gracias al cine
Como lector adulto enseguida me marqué un mapa de
novelas que necesitaba leer dentro del género. Influenciado por las diversas
adaptaciones cinematográficas me dejé llevar y decidí profundizar.
Matrix me condujo hasta Neuromante (1984), de William Gibson; Blade Runner me llevó a ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?
(1968), del gran influencer Philip
K. Dick, autor de infinidad de obras con gran calado en el mundo del cine. Las
adaptaciones de sus obras superan la veintena, y su influencia en otras novelas
de renombre son diversas y claramente marcadas. Entre mis títulos favoritos destacaría El hombre en el castillo (1962), Ubik (1969) y Valis (1980). El autor publicó más de cincuenta novelas y un buen
número de relatos. Como norma me leo una novela suya al año.
Gracias al
cine también conocí la obra de H. G. Wells, orientada a la crítica social y con
un fuerte calado científico como eje principal de las tramas. En La máquina del tiempo (1895) toca el
tema de la lucha de clases; en La isla
del doctor Moreau (1896) y El hombre
invisible (1897), habla acerca de los límites éticos de la ciencia y la
obligación que debe tener el científico a la hora de actuar de un modo ético
más allá del poder otorgado por sus descubrimientos; La guerra de los mundos (1898) crítica los usos y costumbres de la
época victoriana, dominados por las prácticas imperialistas británicas.
Sin Kubrick jamás
hubiese descubierto La naranja mecánica
(1962), de Anthony Burgess, que coge el relevo de Orwell y Huxley y continúa
con la tradición británica de distopías.
Starship Troopers (1959), escrita por
Robert A. Heinlein, fue llevada al cine en 1997. Sin la película jamás hubiese
conocido el libro, que a su vez me llevó a leer La guerra interminable (1974), de Joe Haldeman, y adentrarme en
ciertos matices que relacionan ambas obras. Mientras que la primera fue tachada
de pro-militarista, la segunda es defendida por muchos expertos como la
respuesta antibelicista de Haldeman a Heinlein. Una especie de Góngora contra
Quevedo.
Detalle histórico
Las tres leyes de la robótica fueron confeccionadas por
Asimov. Su uso no solo aparece en sus obras, es un concepto de culto, algo que
va más allá.
Son las
siguientes:
1: Un robot
no hará daño a un ser humano o, por inacción, permitir que un ser humano sufra
daño.
2: Un robot
debe cumplir las órdenes dadas por los seres humanos, a excepción de aquellas
que entrasen en conflicto con la primera ley.
3: Un robot
debe proteger su propia existencia en la medida en que esta protección no entre
en conflicto con la primera o con la segunda ley.
En Robots e Imperio (1985) se explica la
creación de una nueva Ley capaz de introducir un nuevo giro en la conducta de
los robots.
Ley Cero: Un
robot no puede hacer daño a la humanidad ni, por inacción, permitir que la
humanidad sufra daño
Sagas dominantes I
La Serie de la Fundación,
del renombrado Isaac Asimov, es un conjunto de unas dieciséis novelas, escritas en dos fases diferenciadas (1942-1957
y 1982-1992), que dominaron la década de los cincuenta de un modo aplastante. A
día de hoy son imprescindibles en cualquier biblioteca que se precie.
Avanzando en
el tiempo nos topamos con Dune
(1965), de Frank Herbert, primera novela de la saga que comandó los sesenta, se
montó en los setenta, continuó en los ochenta y murió en el año 2007.
Pórtico (1977), de Frederik Pohl, abre
la Saga Heeche, dominadora de la década de los setenta. Una novela maravillosa
que narra el descubrimiento y posterior explotación de los avances tecnológicos
hallados en una nave alienígena varada en un asteroide bautizado con el nombre
de Pórtico. La saga está compuesta por cinco novelas y un relato.
A mediados de
los ochenta se publica El juego de Ender
(1985), de Orson Scott Card, primera novela de la Saga de Ender, compuesta por once novelas y diez relatos cortos.
En los
noventa destacaría Hyperion (1989), madre de Los cantos de Hyperion, saga compuesta por cuatro novelas.
Personalmente es una de mis obras favoritas. La magia de la historia reside en
los personajes, los siete principales, pues cada uno de ellos cuenta cómo han
llegado hasta allí y cuáles son sus motivos. Como apunte diré que,
individualmente, cada uno de los relatos está narrado de una forma distinta,
cambiando estilo y perspectiva.
Ya en el siglo
XXI, destacaría Ciclo barroco, de
Neal Stephenson, saga constituida por tres volúmenes: Azogue (2003), La Confusión
(2004), y El Sistema del Mundo
(2004). Repartidos en ocho libros.
Guía del autoestopista galáctico (1979),
de Douglas Adams, es la primera novela de la saga del mismo nombre. Conformada
por cinco libros, y caracterizada por el humor que domina sus páginas, me
parece una joya un tanto olvidada.
***
He decidido escribir la primera parte de un ensayo sobre literatura de ciencia ficción, más que nada para dar conocer ciertas obras y destacar alguna curiosidad. Si gusta escribiré una segunda, profundizando en obras menos conocidas o evidentes y nombrando a otros autores.
ResponderEliminarDaniel ya tsrdas en continuar... por cierto como dsto curioso a principios de S como bien dices aparecio lo primero de ciencia ficcion... de manos de Verne y Wells y gracias a ello ( en parte) surgio la literatura pulp o lo que es casi lo mismo las historias colecciobables de aventuras a penique o centabo en EUA.... eres un pozo de sabiduria coño!!! ❤
ResponderEliminarSegunda parte, ya.
ResponderEliminarMuy interesante. He aprendido cosas bastante curiosas. Yo no dejaría este tipo de textos, a muchos nos viene muy bien tener mapas literarios de este nivel.
ResponderEliminarEnhorabuena.
Sabroso repaso de muchas obras básicas de la CF. Buen artículo.
ResponderEliminarEspectacular, así es un gusto. Aprender a través de tu experiencia.
ResponderEliminarMuy bueno.