Cierro los ojos para no verlos,
pero no es suficiente,
su hedor rompe las barreras
de la perfección
y se cuela en mi mente.
El concepto de lo salvaje
encerrado en dos miradas,
una de ida y otra de vuelta.
¡No corras, Dorothy!
Quédate a mi lado
hasta que no quede
ni un mísero gramo de ti.
¡¿Y tú qué?! Te crees superior
y eres igual que los cerdos,
los que ayer fueron ratas.
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