viernes, 24 de mayo de 2013

"Ensayos irreverentes VI"



-Inciso número ocho-
   
    Llevaba mucho tiempo sin aburrirme, pero aquel día fue diferente.
    Me quedé a solas con el sol abrasador de primavera, ella tenía que trabajar. Había tanta luz que la inspiración era invisible. Las máquinas me guiñaban el ojo. Estaba tentado por la desidia. Intenté escribir algo, no sé, cualquier cosa, algo, pero las musas retozaban desnudas por un prado de satisfacción plena, ellas disfrutaban de su día libre, pasaban de mí ampliamente, me daban la espalda. El mundo se me venía encima. Pensé en hacer cosas, y las hice; pensé en leer, pero no leí. Al final me senté frente al televisor, puse un partido de baloncesto y abrí una cerveza de las buenas, bien fresca, triple malta.
    Por la noche analicé el día, “¡Vaya mierda!”, me dije, “el aburrimiento es un estado de ánimo”, repensé. Todas mis neuronas se enchufaron una dosis de adrenalina: el baile de ideas empezaba. Las musas se levantaron de golpe, se miraron unas a otras y cogieron sus vestimentas. Algunas reían a carcajada limpia, debía ser la desnudez, el suspiro de la vergüenza, el sexo, el calor de la piel ajena, las miradas lascivas. Agarré el pequeño cuaderno de la mesilla y me puse a escribir.
    Pensamiento en tiempo real: siempre he aprovechado la noche para hacer análisis tontos. A veces camino por la calle y vienen a mi cabeza extrañas ideas absurdas. Por la noche todas esas ideas vienen al casting. Las musas eligen y mi mano ejecuta. Soy una máquina, las ideas me utilizan, las musas usan mis cualidades.
    Me gusta ver como se desnudan las musas.

3 comentarios: